PROPIEDADES DE LOS SUELOS
Durante la fase de diseño de un jardín es necesario realizar un estudio de las principales características
del suelo para que, en caso de ser necesario, puedan llevarse a cabo las enmiendas
oportunas y en algunos casos la sustitución total o parcial de suelos inservibles, para poder asegurar
el éxito del futuro jardín.
Desde el punto de vista de un uso eficiente del agua, las propiedades más importantes del suelo
que se deben considerar son aquellas relacionadas con su capacidad de retención de agua y de
infiltración. Entre estas propiedades destacan textura, estructura, contenido en materia orgánica,
profundidad, y el contenido y tipo de sales predominantes en el suelo.
La textura de un suelo hace referencia al porcentaje existente en su composición de arcilla, limo
y arena (ver UD 4 del Módulo 1 “Fundamentos del riego”). En función de dicho porcentaje los
suelos se clasifican desde arenosos o ligeros hasta arcillosos o pesados, pasando por un sinfín de
texturas intermedias en función del predominio de uno u otro componente. El poder de retención
de agua de los suelos aumenta a medida que lo hace su contenido en arcilla, al contrario de lo que
ocurre con su poder de infiltración, mucho mayor en suelos con mayor contenido en arena.
El suelo está formado por agregados y poros, cuya distribución constituye su estructura. La
cantidad, tamaño y comunicación de los poros determinan la capacidad de retención de agua y
sobre todo su velocidad de infiltración. Sin embargo, la estructura puede verse alterada por diversos agentes externos (impacto de gotas de lluvia o riego, trafico peatonal o rodado, etc.), e
internos (tipo de sales predominantes), por lo que el mantenimiento de una buena estructura
mantendrá una infiltración adecuada.
Otra propiedad importante de un suelo es su contenido en materia orgánica, que desempeña importantes
funciones. Por un lado, contribuye a la fertilidad del suelo ya que aporta nutrientes como
nitrógeno, fósforo y azufre, y por otro, la materia orgánica incrementa la capacidad de retención
de agua del suelo (es capaz de retener agua en una cantidad de hasta 20 veces su peso), y contribuye
a la estabilidad estructural del suelo porque favorece la formación de agregados.
La profundidad del suelo también habrá que considerarla a la hora de diseñar un jardín. Ésta puede
estar limitada por la presencia de horizontes endurecidos o modificados (muy frecuentes en suelos
destinados a jardinería), de una capa freática, o de un horizonte salino, en definitiva, por alguna
característica que impida u ofrezca resistencia a la penetración de las raíces de las plantas. En un
suelo con poca profundidad y por tanto con poca zona útil para que se desarrollen las plantas, las
raíces se extenderán próximas a la superficie para buscar agua y nutrientes, lo que reducirá su
capacidad de anclaje y dejará a las plantas más vulnerables a condiciones adversas,
especialmente a sequías o vientos. Además, el volumen de agua almacenado será muy reducido.
Por último, la salinidad del suelo es otra de las características que debe ser sometida a un
estudio previo a la instalación de un jardín. Todos los suelos presentan sales solubles, que en
muchos casos son nutrientes de las plantas. Pero un exceso en el contenido total de salesproduce una reducción de la cantidad de agua del suelo disponible para las plantas. Aún
cuando el contenido total de sales en el suelo esté dentro de los límites normales, el exceso de
algunos iones, principalmente el sodio, provocará el deterioro de la estructura del suelo, y por
tanto problemas de infiltración y retención de agua. Otros iones (boro, cloruro), en cantidades
excesivas pueden producir problemas de toxicidad en las plantas.