ENMIENDAS DE MEJORA DE LAS PROPIEDADES DE LOS SUELOS
Los problemas ocasionados por la alteración de algunas de las características de los suelos descritas
anteriormente pueden ser atenuados o solventados, en la mayoría de los casos, mediante la aplicación
de unas medidas correctoras o enmiendas. Así por ejemplo, para contrarrestar los problemas de
los suelos excesivamente arcillosos cabría pensar simplemente en añadirles una cantidad determinada
de arena, o para el caso de los muy arenosos, de arcilla. Sin embargo, esta solución sólo es factible en
jardines de muy pequeño tamaño, en zonas de césped de alto valor, o en viveros, semilleros o invernaderos
dedicados al cultivo de plantas de elevada rentabilidad económica.
Dada la dificultad de corregir la textura de un suelo, salvo en casos especiales, como en algunas
cespitosas, las enmiendas que se realicen habrán de ir encaminadas principalmente a la mejora de
la estructura del suelo y al incremento de su espesor. Esto último puede conseguirse con la
realización de un laboreo en profundidad o con un buen sistema de drenaje, según el origen de la
limitación del espesor del suelo.
Enmiendas orgánicas
Vista la importancia de la materia orgánica en un suelo, es fundamental mantener un nivel
adecuado mediante la realización de enmiendas orgánicas, que no sólo tienen en cuenta la
cantidad de materia orgánica añadida, sino la calidad de la misma. Llevar a cabo una adecuada
corrección en cantidad y calidad de materia orgánica mantendrá el suelo con un óptimo nivel de
nutrientes, además se verán favorecidas la estructura y porosidad del suelo y por tanto la capacidad
de retención y de infiltración de agua.
Una de las formas más adecuadas de realizar un aporte de materia orgánica es mediante la
adición de fertilizantes orgánicos como estiércol, residuos vegetales, o residuos orgánicos
de cualquier tipo, hasta que el contenido de materia orgánica en el suelo esté entorno
al 2-3%.
Enmiendas calizas
Este tipo de enmiendas consisten en la adición al suelo de calcio en forma de carbonato
cálcico. Con esto se consiguen corregir los suelos ácidos, y poner en marcha el proceso de
transformación de nitrógeno amoniacal en nítrico (asimilable por las plantas), puesto que los microorganismos
que la realizan no son activos si el pH es inferior a 6.
Enmiendas yesíferas
Las enmiendas que añaden yeso al suelo se realizan en suelos sódicos, en los que existe un
deterioro de la estructura por la dispersión de las partículas de arcilla, que dan lugar a partículas
de menor tamaño capaces de producir el sellado de los poros, dando lugar a una mala aireación
del suelo y a una impermeabilización del mismo. Con la adición de yeso se consigue una sustitución
de sodio por calcio que favorece la formación de agregados, lo que mejorará la estructura
del suelo y por tanto la aireación y la capacidad de infiltración de agua.
El aporte de yeso puede hacerse directamente al suelo o con el agua de riego. El primer caso es más
recomendable cuando se tiene un RAS elevado y una salinidad por encima de 1 dS/m (ver UD 5 delMódulo 1 “Fundamentos del Riego”), y el segundo cuando la salinidad está por debajo de este valor.
Para recuperar un suelo sódico la cantidad de yeso granular puede oscilar entre 5 y 40 t/ha, según
la gravedad del problema. En condiciones críticas se aportarán 40 t/ha de yeso en una sola dosis,
mientras que en situaciones de menor gravedad las aportaciones se pueden realizar en varias
dosis de menor cantidad.
Otras enmiendas
Además de las enmiendas mencionadas que regulan los procesos de retención e infiltración de agua
en los suelos, se pueden llevar a cabo otras medidas que contribuyan a la regulación la humedad del
suelo y a evitar pérdidas de agua desde la superficie, por evaporación y por escorrentía. Entre estas
medidas se encuentra el empleo de cubiertas o mulching, realizadas en la mayoría de los casos
con cortezas de pino, hojas secas y virutas de madera, o bien con un sistema mixto, malla de suelo
y cubierta natural (cortezas, cantos rodados, etc.). Con las cubiertas también se consigue mejorar
la infiltración y distribuir el agua en el perfil del suelo de forma regular, así como distribuir el agua
de forma regular sobre la superficie del terreno, impidiendo su acumulación en las zonas más
bajas, y evitar la formación de costra superficial y la aparición de malas hierbas.
Por último, otra práctica empleada en mejora de suelos, en especial en aquellos que presentan
una baja capacidad de retención de humedad, es la aplicación de productos hidrorretenedores
que absorben, acumulan y liberan agua del suelo. Deben elegirse aquellos productos que no
retengan el agua con excesiva energía, ya que podrían competir con las raíces de las plantas.
Estos productos deben emplearse en casos extremos, ya que las enmiendas orgánicas clásicas
suelen ofrecer mejores resultados.
martes, 1 de julio de 2014
Propiedades fisicas del suelo para la agricultura
PROPIEDADES DE LOS SUELOS
Durante la fase de diseño de un jardín es necesario realizar un estudio de las principales características
del suelo para que, en caso de ser necesario, puedan llevarse a cabo las enmiendas
oportunas y en algunos casos la sustitución total o parcial de suelos inservibles, para poder asegurar
el éxito del futuro jardín.
Desde el punto de vista de un uso eficiente del agua, las propiedades más importantes del suelo
que se deben considerar son aquellas relacionadas con su capacidad de retención de agua y de
infiltración. Entre estas propiedades destacan textura, estructura, contenido en materia orgánica,
profundidad, y el contenido y tipo de sales predominantes en el suelo.
La textura de un suelo hace referencia al porcentaje existente en su composición de arcilla, limo
y arena (ver UD 4 del Módulo 1 “Fundamentos del riego”). En función de dicho porcentaje los
suelos se clasifican desde arenosos o ligeros hasta arcillosos o pesados, pasando por un sinfín de
texturas intermedias en función del predominio de uno u otro componente. El poder de retención
de agua de los suelos aumenta a medida que lo hace su contenido en arcilla, al contrario de lo que
ocurre con su poder de infiltración, mucho mayor en suelos con mayor contenido en arena.
El suelo está formado por agregados y poros, cuya distribución constituye su estructura. La
cantidad, tamaño y comunicación de los poros determinan la capacidad de retención de agua y
sobre todo su velocidad de infiltración. Sin embargo, la estructura puede verse alterada por diversos agentes externos (impacto de gotas de lluvia o riego, trafico peatonal o rodado, etc.), e
internos (tipo de sales predominantes), por lo que el mantenimiento de una buena estructura
mantendrá una infiltración adecuada.
Otra propiedad importante de un suelo es su contenido en materia orgánica, que desempeña importantes
funciones. Por un lado, contribuye a la fertilidad del suelo ya que aporta nutrientes como
nitrógeno, fósforo y azufre, y por otro, la materia orgánica incrementa la capacidad de retención
de agua del suelo (es capaz de retener agua en una cantidad de hasta 20 veces su peso), y contribuye
a la estabilidad estructural del suelo porque favorece la formación de agregados.
La profundidad del suelo también habrá que considerarla a la hora de diseñar un jardín. Ésta puede
estar limitada por la presencia de horizontes endurecidos o modificados (muy frecuentes en suelos
destinados a jardinería), de una capa freática, o de un horizonte salino, en definitiva, por alguna
característica que impida u ofrezca resistencia a la penetración de las raíces de las plantas. En un
suelo con poca profundidad y por tanto con poca zona útil para que se desarrollen las plantas, las
raíces se extenderán próximas a la superficie para buscar agua y nutrientes, lo que reducirá su
capacidad de anclaje y dejará a las plantas más vulnerables a condiciones adversas,
especialmente a sequías o vientos. Además, el volumen de agua almacenado será muy reducido.
Por último, la salinidad del suelo es otra de las características que debe ser sometida a un
estudio previo a la instalación de un jardín. Todos los suelos presentan sales solubles, que en
muchos casos son nutrientes de las plantas. Pero un exceso en el contenido total de salesproduce una reducción de la cantidad de agua del suelo disponible para las plantas. Aún
cuando el contenido total de sales en el suelo esté dentro de los límites normales, el exceso de
algunos iones, principalmente el sodio, provocará el deterioro de la estructura del suelo, y por
tanto problemas de infiltración y retención de agua. Otros iones (boro, cloruro), en cantidades
excesivas pueden producir problemas de toxicidad en las plantas.
Durante la fase de diseño de un jardín es necesario realizar un estudio de las principales características
del suelo para que, en caso de ser necesario, puedan llevarse a cabo las enmiendas
oportunas y en algunos casos la sustitución total o parcial de suelos inservibles, para poder asegurar
el éxito del futuro jardín.
Desde el punto de vista de un uso eficiente del agua, las propiedades más importantes del suelo
que se deben considerar son aquellas relacionadas con su capacidad de retención de agua y de
infiltración. Entre estas propiedades destacan textura, estructura, contenido en materia orgánica,
profundidad, y el contenido y tipo de sales predominantes en el suelo.
La textura de un suelo hace referencia al porcentaje existente en su composición de arcilla, limo
y arena (ver UD 4 del Módulo 1 “Fundamentos del riego”). En función de dicho porcentaje los
suelos se clasifican desde arenosos o ligeros hasta arcillosos o pesados, pasando por un sinfín de
texturas intermedias en función del predominio de uno u otro componente. El poder de retención
de agua de los suelos aumenta a medida que lo hace su contenido en arcilla, al contrario de lo que
ocurre con su poder de infiltración, mucho mayor en suelos con mayor contenido en arena.
El suelo está formado por agregados y poros, cuya distribución constituye su estructura. La
cantidad, tamaño y comunicación de los poros determinan la capacidad de retención de agua y
sobre todo su velocidad de infiltración. Sin embargo, la estructura puede verse alterada por diversos agentes externos (impacto de gotas de lluvia o riego, trafico peatonal o rodado, etc.), e
internos (tipo de sales predominantes), por lo que el mantenimiento de una buena estructura
mantendrá una infiltración adecuada.
Otra propiedad importante de un suelo es su contenido en materia orgánica, que desempeña importantes
funciones. Por un lado, contribuye a la fertilidad del suelo ya que aporta nutrientes como
nitrógeno, fósforo y azufre, y por otro, la materia orgánica incrementa la capacidad de retención
de agua del suelo (es capaz de retener agua en una cantidad de hasta 20 veces su peso), y contribuye
a la estabilidad estructural del suelo porque favorece la formación de agregados.
La profundidad del suelo también habrá que considerarla a la hora de diseñar un jardín. Ésta puede
estar limitada por la presencia de horizontes endurecidos o modificados (muy frecuentes en suelos
destinados a jardinería), de una capa freática, o de un horizonte salino, en definitiva, por alguna
característica que impida u ofrezca resistencia a la penetración de las raíces de las plantas. En un
suelo con poca profundidad y por tanto con poca zona útil para que se desarrollen las plantas, las
raíces se extenderán próximas a la superficie para buscar agua y nutrientes, lo que reducirá su
capacidad de anclaje y dejará a las plantas más vulnerables a condiciones adversas,
especialmente a sequías o vientos. Además, el volumen de agua almacenado será muy reducido.
Por último, la salinidad del suelo es otra de las características que debe ser sometida a un
estudio previo a la instalación de un jardín. Todos los suelos presentan sales solubles, que en
muchos casos son nutrientes de las plantas. Pero un exceso en el contenido total de salesproduce una reducción de la cantidad de agua del suelo disponible para las plantas. Aún
cuando el contenido total de sales en el suelo esté dentro de los límites normales, el exceso de
algunos iones, principalmente el sodio, provocará el deterioro de la estructura del suelo, y por
tanto problemas de infiltración y retención de agua. Otros iones (boro, cloruro), en cantidades
excesivas pueden producir problemas de toxicidad en las plantas.
Aguas depuradas para riego de areas verdes
CALIDAD DE LAS AGUAS RESIDUALES URBANAS DEPURADAS PARA SU UTILIZACIÓN EN EL
RIEGO DE ÁREAS VERDES
Tras el paso del agua residual urbana por los distintos tratamientos de depuración, la calidad que
se le exige para utilizarla en el riego de las distintas zonas verdes urbanas, es la misma que la que
se le exige a cualquier agua, sea cual sea su procedencia. Los criterios de calidad del agua de
riego quedan reflejados en la UD 5 del Módulo 1 “Fundamentos del riego”.
En lo que sí hay que hacer especial hincapié es en la calidad sanitaria de esta agua por el
contacto que va a tener con las personas. A este respecto la Organización Mundial de la Salud
(OMS) establece unos criterios de calidad en distintos informes y directrices. Basándose en estas
directrices la Consejería de Salud de la Junta de Andalucía ha publicado unas recomendaciones
que permitan evitar los riesgos potenciales que puedan derivar de la utilización de agua residual
depurada en riego agrícola y de zonas verdes.
El riesgo sobre la salud, tanto de las personas como de las plantas, que puede ocasionar el riego
de zonas públicas transitadas con agua residual depurada dependerá, además del grado de exposición
humana, del sistema empleado. En este sentido, los sistemas de riego a pie y por aspersión son los que más riesgo conllevan, al producirse un contacto directo entre el agua y las
plantas, y un mayor riesgo de exposición de la persona encargada del riego. Además en el caso de
riego por aspersión, las pequeñas gotas generadas, son fácilmente transportadas por el viento a
zonas próximas (más de 100 m si el tamaño de la gota es de menos de 50 micras y con un viento
de unos 10 km/h), pudiendo entrar en contacto con la población en general.
Si el sistema de riego empleado es aspersión, habrá que tomar precauciones para evitar o minimizar
el contacto de las personas con el agua:
Evitar regar los días de viento.
Mantener una distancia de seguridad de al menos 150 m entre la zona a regar y la habitada.
Utilizar aspersores de corto alcance o baja presión en zonas verdes urbanas y en campos de deporte.
Evitar la propagación de las gotas empleando obstáculos o pantallas de protección.
No utilizar este sistema de riego en sistemas de cultivo de plantas bajo cubierta.
Figura 8. El riego de jardines a pie con agua residual depurada, conlleva un mayor riesgo para la salud de la persona que lo realiza.
Los sistemas de riego localizado son los más adecuados para utilizar agua residual depurada.
Por un lado, las plantas no entran en contacto directo con el agua y además, al mantenerse
la zona del bulbo húmedo siempre mojada, las plantas tienen agua a su disposición continuamente,
lo que disminuye la aparición de problemas de salinidad; por otro lado, es el método más
seguro desde el punto de vista del manejo, ya que ni la persona encargada de los riegos ni los
usuarios de la zona regada tienen riesgos de entrar en contacto con el agua.
En cualquier caso, sea cual sea el método de riego empleado, es importante que en todas las
zonas donde se utilicen aguas residuales urbanas depuradas para regar, se instalen carteles que
lo indiquen, con claridad
RIEGO DE ÁREAS VERDES
Tras el paso del agua residual urbana por los distintos tratamientos de depuración, la calidad que
se le exige para utilizarla en el riego de las distintas zonas verdes urbanas, es la misma que la que
se le exige a cualquier agua, sea cual sea su procedencia. Los criterios de calidad del agua de
riego quedan reflejados en la UD 5 del Módulo 1 “Fundamentos del riego”.
En lo que sí hay que hacer especial hincapié es en la calidad sanitaria de esta agua por el
contacto que va a tener con las personas. A este respecto la Organización Mundial de la Salud
(OMS) establece unos criterios de calidad en distintos informes y directrices. Basándose en estas
directrices la Consejería de Salud de la Junta de Andalucía ha publicado unas recomendaciones
que permitan evitar los riesgos potenciales que puedan derivar de la utilización de agua residual
depurada en riego agrícola y de zonas verdes.
El riesgo sobre la salud, tanto de las personas como de las plantas, que puede ocasionar el riego
de zonas públicas transitadas con agua residual depurada dependerá, además del grado de exposición
humana, del sistema empleado. En este sentido, los sistemas de riego a pie y por aspersión son los que más riesgo conllevan, al producirse un contacto directo entre el agua y las
plantas, y un mayor riesgo de exposición de la persona encargada del riego. Además en el caso de
riego por aspersión, las pequeñas gotas generadas, son fácilmente transportadas por el viento a
zonas próximas (más de 100 m si el tamaño de la gota es de menos de 50 micras y con un viento
de unos 10 km/h), pudiendo entrar en contacto con la población en general.
Si el sistema de riego empleado es aspersión, habrá que tomar precauciones para evitar o minimizar
el contacto de las personas con el agua:
Evitar regar los días de viento.
Mantener una distancia de seguridad de al menos 150 m entre la zona a regar y la habitada.
Utilizar aspersores de corto alcance o baja presión en zonas verdes urbanas y en campos de deporte.
Evitar la propagación de las gotas empleando obstáculos o pantallas de protección.
No utilizar este sistema de riego en sistemas de cultivo de plantas bajo cubierta.
Figura 8. El riego de jardines a pie con agua residual depurada, conlleva un mayor riesgo para la salud de la persona que lo realiza.
Los sistemas de riego localizado son los más adecuados para utilizar agua residual depurada.
Por un lado, las plantas no entran en contacto directo con el agua y además, al mantenerse
la zona del bulbo húmedo siempre mojada, las plantas tienen agua a su disposición continuamente,
lo que disminuye la aparición de problemas de salinidad; por otro lado, es el método más
seguro desde el punto de vista del manejo, ya que ni la persona encargada de los riegos ni los
usuarios de la zona regada tienen riesgos de entrar en contacto con el agua.
En cualquier caso, sea cual sea el método de riego empleado, es importante que en todas las
zonas donde se utilicen aguas residuales urbanas depuradas para regar, se instalen carteles que
lo indiquen, con claridad
Ventajas e inconvenientes de la utilización de agua residual depurada
Ventajas e inconvenientes de la utilización de agua residual depurada
El empleo de agua residual depurada para el riego de zonas verdes urbanas supone numerosas
ventajas. La principal es el aporte de materia orgánica al suelo, con la consiguiente mejora
de sus propiedades físicas. Además de materia orgánica, esta agua contiene elementos nutritivos
(nitrógeno, fósforo y potasio), lo que supondrá la disminución de las necesidades de fertilización
del suelo y un ahorro económico. Otros beneficios están relacionados con el incremento de los
recursos hídricos disponibles en la zona, y con la garantía de tener un suministro regular de agua
para el riego, sin afectar al suministro para el consumo humano.
Pero la utilización de agua depurada cuenta también con algunos inconvenientes, como el elevado
contenido en sales y elementos tóxicos que presentan en ocasiones; el contenido en microelementos,
aunque en cantidades pequeñas, que a corto plazo no ocasionan problemas, pero que según el tipo de
suelo pueden acumularse con el uso continuado de los riegos, y presentar toxicidad; la presencia de
agentes microbiológicos patógenos que pueden poner en riesgo la salud de la población, especialmente
la de las personas que trabajan directamente con el riego. La obturación de los emisores en los
sistemas de riego localizado, debida a la presencia de sólidos en suspensión, es otro inconveniente del
uso de este agua. Para evitarlas habrá que instalar sistemas de filtrado, preferentemente de limpieza
automática, en las instalaciones de riego que utilicen agua residual depurada.
A pesar de estos inconvenientes, el empleo de aguas residuales depuradas para riego de parques,
jardines, campos de deporte, etc. supone una alternativa ante la escasa disponibilidad de
agua en determinadas zonas y épocas del año.
El empleo de agua residual depurada para el riego de zonas verdes urbanas supone numerosas
ventajas. La principal es el aporte de materia orgánica al suelo, con la consiguiente mejora
de sus propiedades físicas. Además de materia orgánica, esta agua contiene elementos nutritivos
(nitrógeno, fósforo y potasio), lo que supondrá la disminución de las necesidades de fertilización
del suelo y un ahorro económico. Otros beneficios están relacionados con el incremento de los
recursos hídricos disponibles en la zona, y con la garantía de tener un suministro regular de agua
para el riego, sin afectar al suministro para el consumo humano.
Pero la utilización de agua depurada cuenta también con algunos inconvenientes, como el elevado
contenido en sales y elementos tóxicos que presentan en ocasiones; el contenido en microelementos,
aunque en cantidades pequeñas, que a corto plazo no ocasionan problemas, pero que según el tipo de
suelo pueden acumularse con el uso continuado de los riegos, y presentar toxicidad; la presencia de
agentes microbiológicos patógenos que pueden poner en riesgo la salud de la población, especialmente
la de las personas que trabajan directamente con el riego. La obturación de los emisores en los
sistemas de riego localizado, debida a la presencia de sólidos en suspensión, es otro inconveniente del
uso de este agua. Para evitarlas habrá que instalar sistemas de filtrado, preferentemente de limpieza
automática, en las instalaciones de riego que utilicen agua residual depurada.
A pesar de estos inconvenientes, el empleo de aguas residuales depuradas para riego de parques,
jardines, campos de deporte, etc. supone una alternativa ante la escasa disponibilidad de
agua en determinadas zonas y épocas del año.
Depuracion de las aguas residuales urbanas
DEPURACIÓN DE LAS AGUAS RESIDUALES URBANAS
Como se ha indicado anteriormente la ley obliga u obligará, en la fecha apropiada, a la realización
de un tratamiento primario y secundario a aquellos municipios que instalen una estación
depuradora de aguas residuales o a los que ya la tengan instalada.
Estos tratamientos consisten en la eliminación de los residuos contaminantes para conseguir
un agua lo más parecida posible a la suministrada a cada municipio. Con esto se consigue reducir
la contaminación y los problemas de eutrofización de los cauces naturales, en caso de verterla, u
obtener un agua que pueda ser reutilizada cumpliendo los requisitos de calidad que se le exigen.
A grandes rasgos los distintos tratamientos consiguen eliminar los sólidos de las aguas residuales
en la siguiente proporción:
Tratamiento preliminar, elimina las partículas con tamaño superior a 0,2 mm.
Tratamiento primario, elimina la materia flotante y sólidos en suspensión. Se consigue
reducir la DBO en un 25-50%; los sólidos en suspensión en un 50-70%; las grasas en un
65%; y se eliminan parte de los metales pesados, del nitrógeno y de fósforo.
Tratamiento secundario, consigue eliminar hasta un 85-95% de la DBO y de los sólidos en
suspensión, y la mayor parte de los metales pesados.
Tras el tratamiento secundario, y según el uso posterior del agua, ésta puede someterse a uno terciario
para eliminar otros componentes que aún permanezcan en ella. Por último, en los casos en los que vaya
a existir un contacto entre el agua residual depurada y las personas, como ocurre en los parques
y jardines, se puede realizar una desinfección para destruir o inactivar los organismos patógenos.
Esta desinfección puede ser física, mediante radiaciones ultravioleta, gamma o microondas, o bien añadiendo
algún producto químico, como cloro u ozono. La desinfección con cloro necesita especial atención en caso de regar con el agua depurada cultivos sensibles a este elemento; la desinfección con ozono es
menos frecuente por su coste. Con estos procesos no se consigue la eliminación total de los patógenos
presentes en las aguas residuales, pero sí se reduce su número hasta cantidades mínimas.
Como se ha indicado anteriormente la ley obliga u obligará, en la fecha apropiada, a la realización
de un tratamiento primario y secundario a aquellos municipios que instalen una estación
depuradora de aguas residuales o a los que ya la tengan instalada.
Estos tratamientos consisten en la eliminación de los residuos contaminantes para conseguir
un agua lo más parecida posible a la suministrada a cada municipio. Con esto se consigue reducir
la contaminación y los problemas de eutrofización de los cauces naturales, en caso de verterla, u
obtener un agua que pueda ser reutilizada cumpliendo los requisitos de calidad que se le exigen.
A grandes rasgos los distintos tratamientos consiguen eliminar los sólidos de las aguas residuales
en la siguiente proporción:
Tratamiento preliminar, elimina las partículas con tamaño superior a 0,2 mm.
Tratamiento primario, elimina la materia flotante y sólidos en suspensión. Se consigue
reducir la DBO en un 25-50%; los sólidos en suspensión en un 50-70%; las grasas en un
65%; y se eliminan parte de los metales pesados, del nitrógeno y de fósforo.
Tratamiento secundario, consigue eliminar hasta un 85-95% de la DBO y de los sólidos en
suspensión, y la mayor parte de los metales pesados.
Tras el tratamiento secundario, y según el uso posterior del agua, ésta puede someterse a uno terciario
para eliminar otros componentes que aún permanezcan en ella. Por último, en los casos en los que vaya
a existir un contacto entre el agua residual depurada y las personas, como ocurre en los parques
y jardines, se puede realizar una desinfección para destruir o inactivar los organismos patógenos.
Esta desinfección puede ser física, mediante radiaciones ultravioleta, gamma o microondas, o bien añadiendo
algún producto químico, como cloro u ozono. La desinfección con cloro necesita especial atención en caso de regar con el agua depurada cultivos sensibles a este elemento; la desinfección con ozono es
menos frecuente por su coste. Con estos procesos no se consigue la eliminación total de los patógenos
presentes en las aguas residuales, pero sí se reduce su número hasta cantidades mínimas.
Control de calidad de aguas residuales
CALIDAD DE LAS AGUAS RESIDUALES URBANAS
La calidad de las aguas residuales procedentes de los núcleos urbanos, depende de la calidad del
agua suministrada y del tipo de residuos añadidos durante su uso. En general, el agua residual
está constituida en un 99,9% por agua y tan sólo el 0,1% restante son residuos de tipo orgánico,
inorgánico y biológico, que deberán ser reducidos en los procesos de depuración.
Una de las principales características de las aguas residuales es el contenido en sólidos totales
que llevan tanto en suspensión como disueltos o en flotación. Estos sólidos pueden ser de origen
orgánico o inorgánico. Los sólidos totales, principalmente los que se encuentran en suspensión
deben ser reducidos al máximo ya que pueden ocasionar problemas de aireación y penetración
de agua en los suelos, además de la obturación de los emisores de riego.
Las aguas residuales son portadoras de materia orgánica; su contenido se expresa principalmente
por medio de la Demanda Bioquímica de Oxígeno (DBO) que indica la cantidad de oxígeno, en
mg/l, requerida por los microorganismos para la oxidación bioquímica de la materia orgánica
contenida en el agua en un tiempo determinado (en general cinco días, DBO5). Se trata de un
indicador indirecto de la concentración de materia orgánica biodegradable en el agua. Tras los
tratamientos de depuración la DBO debe reducirse entre un 70 y un 90%.
A la hora de caracterizar los compuestos inorgánicos se deben realizar análisis que determinen el
pH; el contenido en nutrientes (nitrógeno, fósforo y potasio), cuya cantidad debe ser controlada
para evitar problemas de contaminación de aguas subterráneas; el contenido en sales solubles como sulfatos, bicarbonatos, cloruros, y de iones como sodio, boro, etc., que debe estar dentro
de los límites adecuados para no provocar problemas de salinidad; los elementos traza entre los
que se incluyen los metales pesados, que pueden ser perjudiciales para personas, animales y
plantas; y el cloro residual, que en exceso puede ocasionar quemaduras en las hojas.
Dentro de los residuos de tipo biológico que contienen las aguas residuales, son los microorganismos
patógenos, entre los que se encuentran bacterias, virus y parásitos (protozoos y
helmintos), los que deben ser tenidos en cuenta ya que pueden ser causantes de enfermedades.
Para su determinación se utilizan organismos indicadores cuya presencia se encuentra asociada a
la de los patógenos, y que son más fáciles de identificar que éstos. La forma más común de
identificación es el conteo de coliformes fecales (CF/100 ml); otro identificador es el número de
nematodos intestinales, expresado en huevos/litro.
Otras características físicas que definen la calidad de las aguas residuales son su olor y color.
Tras la depuración tanto el olor como el color deben ser como el de cualquier agua procedente de
otra captación, a fin de evitar un efecto desagradable y un rechazo social.
La calidad de las aguas residuales procedentes de los núcleos urbanos, depende de la calidad del
agua suministrada y del tipo de residuos añadidos durante su uso. En general, el agua residual
está constituida en un 99,9% por agua y tan sólo el 0,1% restante son residuos de tipo orgánico,
inorgánico y biológico, que deberán ser reducidos en los procesos de depuración.
Una de las principales características de las aguas residuales es el contenido en sólidos totales
que llevan tanto en suspensión como disueltos o en flotación. Estos sólidos pueden ser de origen
orgánico o inorgánico. Los sólidos totales, principalmente los que se encuentran en suspensión
deben ser reducidos al máximo ya que pueden ocasionar problemas de aireación y penetración
de agua en los suelos, además de la obturación de los emisores de riego.
Las aguas residuales son portadoras de materia orgánica; su contenido se expresa principalmente
por medio de la Demanda Bioquímica de Oxígeno (DBO) que indica la cantidad de oxígeno, en
mg/l, requerida por los microorganismos para la oxidación bioquímica de la materia orgánica
contenida en el agua en un tiempo determinado (en general cinco días, DBO5). Se trata de un
indicador indirecto de la concentración de materia orgánica biodegradable en el agua. Tras los
tratamientos de depuración la DBO debe reducirse entre un 70 y un 90%.
A la hora de caracterizar los compuestos inorgánicos se deben realizar análisis que determinen el
pH; el contenido en nutrientes (nitrógeno, fósforo y potasio), cuya cantidad debe ser controlada
para evitar problemas de contaminación de aguas subterráneas; el contenido en sales solubles como sulfatos, bicarbonatos, cloruros, y de iones como sodio, boro, etc., que debe estar dentro
de los límites adecuados para no provocar problemas de salinidad; los elementos traza entre los
que se incluyen los metales pesados, que pueden ser perjudiciales para personas, animales y
plantas; y el cloro residual, que en exceso puede ocasionar quemaduras en las hojas.
Dentro de los residuos de tipo biológico que contienen las aguas residuales, son los microorganismos
patógenos, entre los que se encuentran bacterias, virus y parásitos (protozoos y
helmintos), los que deben ser tenidos en cuenta ya que pueden ser causantes de enfermedades.
Para su determinación se utilizan organismos indicadores cuya presencia se encuentra asociada a
la de los patógenos, y que son más fáciles de identificar que éstos. La forma más común de
identificación es el conteo de coliformes fecales (CF/100 ml); otro identificador es el número de
nematodos intestinales, expresado en huevos/litro.
Otras características físicas que definen la calidad de las aguas residuales son su olor y color.
Tras la depuración tanto el olor como el color deben ser como el de cualquier agua procedente de
otra captación, a fin de evitar un efecto desagradable y un rechazo social.
Uso de aguas residuales para riego de plantas
Uso de aguas residuales depuradas para el riego de jardines
La escasez de agua en Andalucía, apoyada por la Ley de Aguas de 1985, ha forzado en numerosas
ocasiones la supresión de los riegos tanto agrícolas como de jardines en beneficio del consumo de
la población y de industrias que precisen poca cantidad de agua para su funcionamiento. La
reutilización de las aguas residuales urbanas, convenientemente tratadas para el riego, es una
alternativa importante que permite la realización de un aprovechamiento eficaz de estas aguas.
Sirva de ejemplo la ciudad de Córdoba, con unos 300.000 habitantes, donde se depuran unos
80.000 m3 de agua residual al día, procedente de los hogares y de las industrias que no requieren
una depuración previa a la de la estación depuradora municipal. Si se considera que un jardín medio
consume unos 8 litros por metro cuadrado y día en las épocas de mayor demanda, con el agua
depurada cada día habría suficiente para regar unos 10.000.000 de metros cuadrados de jardín al
día. Si esta cantidad se divide entre la población de Córdoba, se podría decir que con el agua residual
producida cada habitante regaría diariamente unos 33 metros cuadrados de zona verde.
El Real Decreto-Ley 11/1995, en su artículo 5º establece como fechas tope el 1 de enero de 2001
para la puesta en funcionamiento de estaciones depuradoras de aguas residuales en municipios
de más de 15000 habitantes equivalentes (1 hab.eq. = 60 gr DBO5), y el 1 de enero de 2006 para
los municipios de más de 2000 habitantes equivalentes, que viertan en cauces naturales. Además
establece la obligatoriedad de llegar hasta el final del tratamiento secundario en dichas estaciones
depuradoras, lo que supondrá la posibilidad de disponer de un gran volumen de agua depurada
que puede volver a ser utilizada para el riego. La realización de tratamientos posteriores
al secundario dependerá, entre otros factores, del uso que se le vaya a dar a dicha agua.
l Real Decreto Legislativo 1/2001, establece que las aguas residuales urbanas depuradas pueden
ser empleadas por los Ayuntamientos, con sólo una autorización administrativa para el riego
de parques, jardines, campos de golf, calles, etc.
Un aspecto importante a la hora de utilizar las aguas urbanas depuradas, es la necesidad de una
red específica que evite el contacto entre esta agua y la de la red urbana. Por este motivo en los
jardines de nueva construcción o en los que se realicen obras de infraestructura, se debe prever la
realización de estas redes específicas de aguas residuales depuradas.
La escasez de agua en Andalucía, apoyada por la Ley de Aguas de 1985, ha forzado en numerosas
ocasiones la supresión de los riegos tanto agrícolas como de jardines en beneficio del consumo de
la población y de industrias que precisen poca cantidad de agua para su funcionamiento. La
reutilización de las aguas residuales urbanas, convenientemente tratadas para el riego, es una
alternativa importante que permite la realización de un aprovechamiento eficaz de estas aguas.
Sirva de ejemplo la ciudad de Córdoba, con unos 300.000 habitantes, donde se depuran unos
80.000 m3 de agua residual al día, procedente de los hogares y de las industrias que no requieren
una depuración previa a la de la estación depuradora municipal. Si se considera que un jardín medio
consume unos 8 litros por metro cuadrado y día en las épocas de mayor demanda, con el agua
depurada cada día habría suficiente para regar unos 10.000.000 de metros cuadrados de jardín al
día. Si esta cantidad se divide entre la población de Córdoba, se podría decir que con el agua residual
producida cada habitante regaría diariamente unos 33 metros cuadrados de zona verde.
El Real Decreto-Ley 11/1995, en su artículo 5º establece como fechas tope el 1 de enero de 2001
para la puesta en funcionamiento de estaciones depuradoras de aguas residuales en municipios
de más de 15000 habitantes equivalentes (1 hab.eq. = 60 gr DBO5), y el 1 de enero de 2006 para
los municipios de más de 2000 habitantes equivalentes, que viertan en cauces naturales. Además
establece la obligatoriedad de llegar hasta el final del tratamiento secundario en dichas estaciones
depuradoras, lo que supondrá la posibilidad de disponer de un gran volumen de agua depurada
que puede volver a ser utilizada para el riego. La realización de tratamientos posteriores
al secundario dependerá, entre otros factores, del uso que se le vaya a dar a dicha agua.
l Real Decreto Legislativo 1/2001, establece que las aguas residuales urbanas depuradas pueden
ser empleadas por los Ayuntamientos, con sólo una autorización administrativa para el riego
de parques, jardines, campos de golf, calles, etc.
Un aspecto importante a la hora de utilizar las aguas urbanas depuradas, es la necesidad de una
red específica que evite el contacto entre esta agua y la de la red urbana. Por este motivo en los
jardines de nueva construcción o en los que se realicen obras de infraestructura, se debe prever la
realización de estas redes específicas de aguas residuales depuradas.
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